Eduardo Laguillo, fundador de la Escuela del Ser: Música, Artes y Autoconocimiento, nos habla sobre los fundamentos, la génesis y el desarrollo de la Escuela.

¿Por qué una Escuela del Ser?

La pregunta no tiene, por supuesto, una única respuesta. En las siguientes líneas intentaré explicar los motivos principales que me llevaron a crear una enseñanza basada en principios esenciales y no en información y datos. Esta manera distinta a la habitual de plantear la forma de enseñar culminó, tras un largo proceso de creación y exploración que se extendió durante más de dos décadas y media, en la fundación de la Escuela del Ser: Música, Artes y Autoconocimiento, y que ahora presentamos.

Debo aclarar en primer lugar que la Escuela del Ser: Música, Artes y Autoconocimiento (a partir de ahora, la Escuela) no siempre tuvo este nombre. De hecho durante muchos años ni siquiera tuvo nombre, pues yo no pretendía crear una escuela propiamente dicha. Mi único propósito era aportar al mundo una nueva manera de enseñar. Sin forma ni estructura, sin sede, casi como un destello intuitivo, como una propuesta libre y sin condicionamientos. Sin proyecciones de crecimiento ni expansión. Sin necesidad de nombrar ni de definir, ni de vivir nada que no fuera la experiencia de la creación vocal grupal en el más puro presente.

Primero surgió la experiencia, luego la pedagogía y veinte años después apareció la idea de crear una Escuela.

Se puede decir que la respuesta principal al por qué de una Escuela del Ser, era y es ofrecer una enseñanza fundamentada en el Ser, que vive en un presente continuo. No en una enseñanza basada en principios pedagógicos que se anclan en proyecciones pasadas y futuras.

La diferencia fundamental entre ambos tipos de enseñanza es que una, la basada en el Ser, está llena de gozo y felicidad, y la otra, basada en las proyecciones temporales, puede llegarse a experimentar con gran sufrimiento e insatisfacción constante.

Pero antes de continuar, un poquito de historia

Comencé a guiar grupos de voz de manera fortuita. En el año 1991. No fue premeditado, al contrario, surgió de forma casual. Fue Silvia Nakkach, la creadora del proyecto Vox Mundi, quien me propuso que diera continuidad en España a sus grupos de voz, ya que ella vivía en San Francisco (EE.UU) y no podía ofrecer dicha continuidad. Acepté inmediatamente a pesar de que carecía de experiencia pedagógica en el campo de la práctica libre de la voz en grupo.

Mi experiencia con la voz se basaba en un conocimiento vocal de muchos años. Las fuentes en las que había bebido eran el pop de los 60, el rock sinfónico, la música devocional indostaní y el canto de sonidos sagrados o mantras. Y también la exploración con el yoga y el sonido.

Mi experiencia con la voz y el canto había sido siempre significativa, profunda y sobre todo muy gozosa. Pero personal y subjetiva y no enfocada como tarea pedagógica, sino como una forma libre y creativa de concebir la música.

Dicho bagaje unido a mis conocimientos musicales me permitieron abordar la exploración de un mundo nuevo que se abría ante mí: la posibilidad de enseñar a no-músicos a usar la voz y a cantar de manera gozosa y sin límites mentales.

En seguida me di cuenta de que existía una necesidad creciente en España de explorar con la voz y de usarla para conseguir estados de conexión con el corazón y con la propia esencia. Silvia Nakkach me dio esa oportunidad y fue de esa manera que tomé el testigo. De alguna forma fui pionero en España en emprender dicha tarea.

Existían por supuesto antecedentes: Ana Rizzi en Barcelona, quien trabajaba la voz como parte de un proceso de sanación, y de quien yo había recibido clases. En la cercana Francia estaba Roy Hart, un avanzado pedagogo vocal. Y como no, Pauline Oliveros, gran exploradora y creadora libre. Fui afortunado de ser convocado para formar parte de un movimiento emergente en el planeta: un nuevo acercamiento al proceso creativo y al uso de la voz como medio de expresión abierto a todos, no solo para las personas talentosas. Algo que en realidad había existido en muchas culturas no tan lejanas en el tiempo y que el occidental había casi destruido por completo. El arte vocal de los aborígenes australianos, la música y la voz de los pigmeos, los cantos mongoles y muchos otros ejemplos, nos mostraban que existían maneras radicalmente distintas a la cultura occidental de concebir la voz y su potencial sanador.

Cuando tomé conciencia de dicha necesidad, me puse al servicio. La idea original, primaria, fue la de enseñar a cantar a todo tipo de personas, y no solo a las que tuvieran condiciones vocales y oído musical desarrollado. Ese grupo de personas sin “talento” y sin aparentemente “buen oído”, que por cierto son la mayor parte de la población, no tenían posibilidad alguna dentro de la sociedad de poder experimentar con su voz en un contexto donde no se las señalara ni juzgara. Cantar en la ducha era su única posibilidad, cosa nada desdeñable, pero ciertamente una forma reprimida de mostrar la propia voz, salvo para los vecinos.

En aquellos tiempos, cuando todo comenzaba, sentí la necesidad de ofrecer a estas personas un contexto amoroso y seguro, es decir libre de juicios ajenos, donde poder experimentar a salvo con la propia voz y de forma grupal. Así comenzó la enseñanza que se imparte en esta Escuela; enseñando a cantar a personas que desafinaban y que según los cánones oficiales no tenían una “buena voz”. Muy pronto me di cuenta de que el gran problema para que la voz no surgiera libre, bella y afinada, era la propia mente del aspirante a cantante. No se podía cantar desde la propia mente, tan condicionada por ingentes cantidades de pensamientos, prejuicios y juicios. Era preciso encontrar un espacio distinto, un nuevo contexto, una nueva posibilidad donde la voz surgiera plena y libre.

Ese espacio existe y de manera constante. Es un espacio fuera del tiempo. Lo proporciona de manera clara y contundente una condición, o más bien un estado que existe dentro de todas las personas: el estado de presencia y de conciencia de nuestro Ser interior.

Este Ser interior del que ocasionalmente tomamos conciencia en nuestras vidas, en realidad siempre esta presente y de hecho comanda toda nuestra existencia.

La voz se transforma instantáneamente y de manera milagrosa cuando la persona siente la presencia de su Ser, ¡Es una iluminación! ¡Es posible cantar, crear y gozar desde un nuevo estado! ¡Es posible hacer todo desde el Ser!

¿Cómo podemos establecer contacto con nuestro Ser?

En primer lugar y como condición única e indispensable, familiarizándonos con nuestro espacio interior; es decir sintiendo todo aquello que está en nuestro interior. Una vez familiarizados con este espacio interno y con lo que sentimos dentro de él, lo cual puede ocuparnos muchos años, perdemos gradualmente el miedo a sumergirnos más y más en nuestro interior y llegar poco a poco a donde se encuentra, en el nivel más profundo, el Ser, nuestro Ser. A medida que nos vamos acercando a las profundidades podemos ir vislumbrando algunas partes del Ser, a saber: su inmensidad, su luz, su vastedad, su eternidad, su sabiduría, su amor, su certeza y su paz.

Atravesados los miedos, que pueden llegar a ser grandes, el gozo que se siente es inmenso. Empezamos entonces a estar en condiciones para vivir la vida desde un nuevo estado. Desde este nuevo estado, podemos emprender la práctica de la voz, la música, otras artes y cualquier actividad de una manera libre y gozosa, sin interferencias mentales que empañen nuestro nuevo estado de conciencia y de presencia.

Para acceder a nuestro Ser interior recomiendo utilizar nuestra conciencia para sostener un estado de presencia, sirviéndonos del instrumento que tenemos más a mano: nuestro cuerpo.

Existen tres pautas muy sencillas: hay que parar el tiempo, hay que sentir el cuerpo y hay que activar la presencia.

“La Escuela del Ser propone una enseñanza perenne:
el Arte de encontrar el Ser interior o auto-conocerse”.

Algunos detalles que completan el cuadro

Podemos completar esta presentación con algunos comentarios e ideas que me parece relevantes.

La pedagogía se fue gestando durante casi tres décadas. De una forma sencilla que provenía del amor por las personas y de la confianza absoluta en las capacidades innatas de todas las personas para vivir más y más en su Ser. Se sentaron así los fundamentos de la actual Escuela del Ser.

Como digo más arriba, pero ahora con otras palabras, la Escuela surgió de una necesidad genuina, primaria. Fue algo fortuito e involuntario. De hecho y viéndolo de manera retrospectiva, fue el Ser quien dictó los tiempos. Fue también el Ser quien me proporcionó las herramientas adecuadas. Herramientas que me permitieron crear para mis alumnos unas experiencias vocales de gran singularidad y de gran contenido musical intuitivo.

Hay que destacar como algo significativo que dichas experiencias no eran creadas con lenguaje musical usual, con notas, ritmos prefijados, patrones armónicos ni técnicas compositivas, tampoco con palabras con significado. Todo ello hubiera hecho más difícil el acercamiento al Ser.

Aquellas experiencias eran creadas de manera indirecta; no por vías musicales sino por vías contemplativas. Me refiero específicamente a la creación de un espacio sensible desde el cual todos los condicionamientos mentales previos son cancelados para dejar paso a un estado primigenio pre-cultural. Dicho espacio sensible se crea usando el cuerpo como punto de partida y referencia. La técnica específica está someramente descrita en el apartado de Voz dentro de esta web.

Toca hablar ahora, brevemente, de los tiempos actuales. Vivimos en una época en la que sentir el propio cuerpo y las propias emociones se hace difícil. No es que las personas no lo intenten y por supuesto lo necesiten, sino que el bombardeo de información mental y el exceso de extroversión no ayudan mucho a que las personas puedan sentir su propio cuerpo, algo de por sí difícil en condiciones óptimas. Las condiciones actuales de vida tampoco ayudan. Por eso muchas personas necesitan salir a la naturaleza, para volver a sentir aunque sea su propia respiración y un aire más limpio. Eso, como factor básico. Habría  mucho que decir sobre el ritmo frenético en el que vivimos la humanidad. Este ritmo hay que reducirlo para poder sentir al Ser. La Escuela propone, como complemento, una inmersión en la naturaleza y sus “silencios” para reencontrar poco a poco la propia esencia.

Para seguir completando el cuadro hay que recordar que existen diversos caminos milenarios para conseguir llegar a la esencia más profunda del ser humano, a su Ser. Unos lo hacen desde la meditación, otros desde el servicio, otros desde la introspección, otros desde la fe, otros desde el rezo y la palabra sagrada, otros desde la devoción a maestros espirituales (sean estos mujeres o hombres), otros desde el sonido.

Esta Escuela fue concebida en primera instancia para encontrar el Ser desde el sonido. Solo a título informativo es bueno decir que el trabajo con el Sonido y la Palabra aparece ya en los antiguos y milenarios libros de conocimiento Indios: Los Vedas. El Yajna Vidya era una de las 4 ramas del conocimiento de la filosófia hindú y “se ocupaba de la magia ceremonial que concierne al Sonido, por consiguiente al Akasha o éter del espacio. El “yajna” es la deidad invisible que compenetra el espacio. También se ocupaba de ritos religiosos a fin de producir ciertos resultados.” (Tratado sobre el Fuego Cósmico, Alice A. Bailey).

Otra de las 4 ramas era el “Guyha Vidya o ciencia de los mántram. El conocimiento secreto de los mántram místicos. La potencia oculta del sonido o la Palabra. (Tratado sobre el Fuego Cósmico, Alice A. Bailey).

 El conocimiento védico, quizá el más antiguo que se conoce y que es altamente respetado por occidente, se ocupa de todas las esferas del conocimiento humano; incluidas las matemáticas, la física, la astronomía, la medicina, la música, etc…

Es significativo que dos de las ramas básicas del conocimiento védico se ocupen de la ciencia del sonido y de la palabra y sean empleadas como medios para alcanzar el Ser o si se prefiere usar un término espiritual, la Divinidad interior.

No es casual que el sonido sea el elemento principal con el que la Escuela trabaja. Estudié en la India música clásica hindú y música devocional con maestros cualificados. Mi maestro espiritual era hindú y enseñaba toda esta sabiduría. Es a Él a quien debo mi iluminación. Es su enseñanza la que impregna el conocimiento que se imparte en la Escuela.

Por supuesto existen otros caminos en los que se emplea el sonido, y son variados, ricos y muy valiosos. Entre ellos el sufismo, con su concepto del sonido y del Ser.  Este camino, en el que el maestro Rumi es fuente de inspiración para mi corazón, es el que más me influyó junto con todo lo anteriormente citado. También la técnica de sanación Sat Nam Rasayan, proveniente de fuentes chamánicas tibetanas y que Gurudev Singh propagó por occidente se utiliza de manera evidente en la Escuela. No hay que olvidar a Gurdjieff quien con su sabiduría y profundidad ha influido notablemente en los mapas que se imparten en la Escuela.

Quiero rescatar dos párrafos más que están en el libro de Alice A. Bailey anteriormente citado y adjuntarlos en esta presentación.

El primero dice así: “En el plano átmico la perfección auditiva se percibe como beatitud. Sonido es la base de la existencia; sonido, es comprendido como la razón de ser, el método de la evolución, y, por lo tanto, como beatitud.”

El segundo texto dice: “En las escrituras hindúes, encontramos que al señor Vishnu, que representa a la segunda Persona de la Trinidad, se lo denomina “La Voz”. Es el gran Cantor que ha construido los mundos y el universo mediante su canto. Es el revelador del pensamiento de Dios que ha construido el universo de sistemas solares. Así como los cristianos hablan de la gran Palabra, el Verbo de Dios, el Cristo, así el hindú habla de Vishnu, el gran Cantor, que crea por medio de su canto.”

Para ir acabando comentar que, con el pasar de los años, todo condujo a que se fueran incluyendo en la Escuela otras áreas tales como el servicio, el autoconocimiento y otras artes.

Fue un proceso lógico, pues el sonido, la palabra, la voz, los mántram, la sanación, las artes, el autoconocimiento deben de ser puestos al servicio de la humanidad, para su evolución y felicidad.

Espero haber podido explicar en cierta medida el porqué de la necesidad de esta Escuela. Se me ocurre que existe una última y significativa razón que aún no ha sido expuesta en esta presentación de manera explicita, aunque si implícita.

Creo que una de las razones más importantes de la existencia de esta Escuela es que la emergencia del Ser era inevitable. De alguna manera me fue regalada una sensibilidad que me permitió percibir esa emergencia del Ser. Y me puse manos a la obra.

En unos tiempos muy polarizados en los que el Ser ha sido sustituido de manera dramática por atracciones periféricas, lo cual lleva sucediendo desde hace más de siglo y medio, ha surgido un movimiento de conciencia que brota del mismo Ser para equilibrar los desajustes de la mente colectiva.

La Escuela es una más de las muchas iniciativas han ido surgiendo en el planeta tierra desde la década de los sesenta del pasado siglo XX, como eco de esa emergencia del Ser.

Para cerrar dejó aquí un breve párrafo que quizá resuma todo lo anterior.

 “En realidad esta Escuela eres tú mismo. Es un espacio que esta dentro de ti, un espacio interior que está en tu corazón, en tu Conciencia. Esta Escuela no es un edificio, no es una institución, no es una constelación formal o cualquier otra estructura que la mente necesite para proyectarse. No. Esta Escuela es una oportunidad que te brinda la Vida para encontrarte.